viernes, 19 de octubre de 2018

Crítica de la obra de Julio Lemoine.

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Crítica de la obra de JULIO LEMOINE.
 SADE - Feria del libro de Córdoba.

Julio Lemoine nació en Buenos Aires y por razones familiares alternó su infancia y adolescencia entre la ciudad y el campo. Ex alumno del Nacional Buenos Aires, cursó materias de Ingeniería, Agronomía y Filosofía y Letras para completar los conocimientos en su carrera de Arquitectura, una de sus grandes pasiones junto con la poesía y la música. En 1985 decidió instalarse definitivamente en Loma Bola, en la zona de Traslasierra, Provincia de Córdoba. En 2009, decidió dar por terminada su actividad profesional de diseño para dedicarse de lleno a la literatura.

Acercarnos a la producción de Julio Lemoine implica reconocer su primer libro, escrito en l947, Mis primeros versos, que son sus comienzos en la literatura, en su etapa adolescente que él mismo define: “sólo tienen el valor del recuerdo en una etapa mística y de fervores patrióticos”. Dividido en tres partes que responden a la temática de los poemas: Territorio patrio, Territorio místico y Territorio del dolor.

En l948 aparece De nuestra tierra, conjunto de poemas que, en su opinión, “pueden encuadrarse en un contenido de época mas no como una expresión estética”. Influenciado por el lenguaje y las formas rimadas de la poesía gauchesca de Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo, José Hernández y Rafael Obligado. Retrata paisajes y costumbres de la pampa: atardeceres y amaneceres, el fogón, la mateada de la peonada, la yerra, el rodeo, la destreza de los pialadores, del pueblero valiente y atrevido, el descanso y fin de la tarea, y el amor y respeto de los criollos por los héroes como San Martín, Gregorio Lamadrid, Güemes, Belgrano. Finalmente textos que refieren a la controversia iniciada por un periódico mural “Christri Astra” el 31 de octubre de 1948, con sus similares, que aparecían dominicalmente en paredes enfrentadas , a manera de payada, existentes en la parroquia de Santa Lucía, Barrio de Barracas, Capital Federal.

En 1952 escribe e ilustra el libro de poesía Preludio, y posteriormente, tras un largo paréntesis, publica La huella de mi vida. Interesante es el prólogo del autor titulado “Liminar”, en donde comienza diciendo que “Todo poeta no puede dejar de expresar en su obra lo que siente, lo que vive y lo que muere. En ella se verán reflejados los pasajes de su existencia sensitiva…” Precedido de un excelente prólogo escrito por Irma Droz quien descubre el “universo afectivo” de Julio Lemoine y su trabajo “poético musical” en sus poemas musicalizados,  concluye diciendo y explicitando que es “el poeta de la luz y la esperanza”.
Lemoine, alternando prosa y poesía, retoma el tópico del caminante de la vida - recordemos a Antonio Machado – y sus huellas frágiles en ese andar lleno de obstáculos como es la propia existencia.
Así lo expresa en “La huella de mi vida”, en prosa (pág.17).

Por esa senda que he elegido caminar, por momentos con paso apresurado e inseguro, por momentos con paso lento y firme, a veces de a pie, otras de a caballo, he tratado de no desriendar el rumbo elegido al comenzar la jornada.
Sabía que no era sencillo. En el andar se alternaron el rigor de las heladas y los vientos, con la tibia brisa de los atardeceres aromados de esperanza, y no después de caminar distancias, aprendí a no juzgar al espinillo o al cardo por sus espinas, sino a admirarlos por sus flores, tratando de cumplir con el destino del hombre de amar y ser amado.

 Emocionado recuerdo de la muerte de su madre en ese gaucho cantor que alterna milongas, aire de huaino, canciones y zamba en un recorrido vital que parte de la soledad y lamento del peregrino sufriente, desconsolado, herido y pobre que comienza la búsqueda esperanzada del amor de una mujer que sea un aliciente para esa dura soledad: “luna plateada”, “lucero diamantino”, “sonrisa anhelada” y “seda en el pañuelo” de un “nocturnal peregrino” clamando por amor y contención. Los caminos se unen y comienzan el recorrido juntos, bendecidos por la llegada de la siembra”, los hijos, “frutos”, “verdadera consagración de la vida”. El paso del tiempo y el crecimiento de sus hijos que ahora ya tienen su propia siembra.
El poema “Canto de las cosas simples” resume pensamiento y afectos, anhelos y sensaciones. Y finalmente, “Paisaje otoñal”, con su bagaje de experiencias y  recuerdos y la subida con paso lento a las alturas “donde comienzan a crecer los cardones, corpulentos y cubiertos de espinas…”; sin embargo, él alcanza  - esperanzadamente – a distinguir la belleza de sus flores.

En 1996 edita Entre niños y poemas (traducido al quechua), libro dedicado a sus nietos con ilustraciones realizadas por ellos mismos. Ese estado puro, virginal, inocente del niño encuentra su correlato con lo conceptual vertido en sus poemas; la mayoría de ellos refieren a la niñez y quizás la síntesis está en el poema con que inicia el libro, titulado “Niño”:

  Como tú, la inmensa gota de rocío
                    nos refleja cristalina en el cielo inmenso;
                    quien pudiera ser pequeña como aquella
                    y encerrar dentro del alma un firmamento.

Poesía intimista que incluye el “Canto de las cosas simples” junto a “Coplas puntanas”, “El Río Grande” o “El regreso de las golondrinas”. Finalmente, hay un  quiebre en esa temática y se rebela y cuestiona los porqués de la soberbia, el odio, la ambición, la violencia humanas en el poema “El porqué”. Abandona lo familiar para analizar lo universal, por eso dedica al “niño universal” su último poema titulado “Siete perdones y una reflexión”. Al poeta lo golpea la dura realidad, anametiza y pide perdón por todos los errores cometidos por los adultos: guerras y devastaciones, hipocresía e indiferencia de una sociedad mezquina que fomenta la incultura y la miseria con políticas aberrantes, mentirosas, aumentando las desigualdades y el hambre en aras del consumo y la producción (“Perdón III”).
Y hablará del comercio de órganos (“Perdón IV”); del comercio de la droga que maneja a gobernantes y prostituye conciencias (“Perdón V”); de la perversa corrupción, la falta de ética y de decencia (“Perdón VI); de la contaminación y profanación del ambiente en nombre de la producción y despreciando la existencia. En la “Reflexión” contrapone la esencia del niño con la del adulto, su inocencia, su amor y su simpleza. Y en el texto final, “Conclusión”, su visión esperanzada: el niño lo invita a renacer, a rescatar lo esencial y verdadero de la vida.

En 2003 publica El hijo del carpintero, colección de cuentos. Dedicado a la memoria de su esposa, los nombres de los personajes son los de su gran familia y en homenaje a ellos. Texto donde abundan las descripciones paisajísticas, muy metafórico, con cuentos como “Entrevista” y la presencia del personaje Chichí Ponce, cargado de sabiduría anclada en la exaltación de la Vida, del Amor, de Dios y la rebeldía frente al hambre, la injusticia, la ausencia de valores morales.
De peones rurales con su registro y vocabulario característicos, inmersos en sus tareas cotidianas, sus apegos, sus sentidos a flor de piel, sus sentimientos (en “El malón”); la Tarántula, guardada entre las zapatillas de don Armando, exhibida como trofeo en su casa y ante sus pares por Julián y que termina sus días en una jaula del laboratorio del colegio; o Tomás, ese chico criado en la chacra, ahora joven policía en el penal de Olmos, idealista, consciente de su deber y no contaminado por la corrupción de la institución policial (en el cuento “Atalaya”); la ingenuidad e inocencia de José (en “El guante tejido”) y la educación frente a la ignorancia que sólo aceptaba la expresión chamánica de “la verdad” en su madre Inés; el jubilado Esteban y su obsesión por guardar dinero por temor a un robo, en el contexto del “corralito” y días siguientes; el saqueo de los recursos naturales y la persecución de los nativos en las explotaciones de caucho en el norte durante el nazismo, y la ignorancia de los mismos en los campos de concentración laboral como obreros golondrinas (en “El Kau-uts-chu”); la conciencia social y la solidaridad (en “La guardería”); el miedo y la picardía criolla (en “El overo rosado”); la injusticia y la decadencia moral (en “¿Justicia?”); historias de vida del norte chaqueño (“Lampalagua”); los viajes espaciales, esa nave que viene en misión de rescate a la Argentina – la Patria de los elegidos – a través de un transformador del tiempo, país sometido por el FMI - antes Ku-Klux-Klan –  sumido en el subdesarrollo y la codicia, la desnutrición infantil, el hambre, la pobreza, la indigencia , el relativismo moral, la decadencia de un modelo y de su clase política. Y los personajes de los cuentos que desfilan ante SUSEJ, “el hijo del carpintero”, portador de vida, paz, amor, protección, respeto, armonía, virtudes, todo lo necesario para el cambio moral y mental de sus habitantes.
El personaje central del libro – “el hijo del carpintero” – es el personaje oculto en la trama de cada uno de los relatos y aparece reiterado en bastardilla en ellos. Desde lo religioso, se podría leer como el hijo de José, ese Cristo que vendrá a salvarnos de nuestros pecados. Otra vez aparece latente en la producción de Lemoine la acendrada fe religiosa, unida a la denuncia social y política reflejada en las intervenciones en bastardilla, reflexiones angustiadas de un observador agudo y comprometido con un país moralmente destartalado. Fustiga a sus dirigentes, a los políticos, sindicalistas, a los que tilda como responsables de esa decadencia.

En 2005 edita un ensayo, La décima en la literatura rioplatense. El autor comienza explicando qué es una décima (composición estrófica de diez versos, generalmente octosilábicos con rima consonante, asonante o ambas).”La combinación de la rima entre los mismos generó distintos tipos, que aparecieron en España, en 1553, pero estudios posteriores demostraron que no tenían la estructura espineliana sino que eran quintillas con o sin trabazón y se la llamó “Copla real o falsa décima”. Cita como ejemplo el Canto I de La Cautiva de Esteban Echeverría:
                    
Era la tarde, y la hora
en que el sol la cresta dora
de los Andes. El Desierto
inconmensurable, abierto,
y misterioso a sus pies
se extiende; triste el semblante,
solitario y taciturno
como el mar, cuando un instante
el crepúsculo nocturno,
pone rienda a su altivez.

O la milonga de “Los hermanos” de Atahualpa Yupanqui:

Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
En el valle, la montaña,
en la pampa y en el mar.
Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños, cada cual
Con la esperanza adelante,
con los recuerdos detrás.
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.

de Víctor Velázquez “Deja que silben los vientos” y un poema “A Rosario” del mejicano Manuel Acuña. Pero se detiene en el análisis de la décima espineliana con una musicalidad y estructura determinada, arreglos que pertenecen a Vicente Espinel Gómez Adorno (1550-1624) en pleno Siglo de Oro Español, que llegó a América con los expedicionarios que se asentaron en el Virreinato del Alto Perú y que las campañas militares llevaron hasta el Río de la Plata.
La estructura de la décima espineliana es no sólo especial sino estricta: son diez versos octosilábicos que riman el primero con el cuarto y quinto, segundo con tercero, sexto con séptimo y décimo ,y octavo con noveno, llevando siempre puntos al final del cuarto verso. Cita la décima que pertenece a la Escena Segunda de la Jornada Primera de La vida es sueño de Calderón de la Barca:
              
   Cuentan de un sabio, que un día
   tan pobre y mísero estaba,
   que sólo se sustentaba
   de unas yerbas que cogía.
   ¿Habrá otro, entre sí decía,
   más pobre y triste que yo?
   Y cuando el rostro volvió,
   halló la respuesta, viendo
   que iba otro sabio cogiendo
   las hojas que él arrojó.

La espinela posee cuatro elementos básicos – según el Diccionario Filológico de Fernando Lázaro Carreter - : métrico, prosódico, rítmico e ideológico. Y se utilizó abusivamente en las corrientes literarias del culteranismo y del conceptismo, incluso se discutió la autoría de Espinel pues algunos investigadores consideraban su origen en África, que llegó a España a través de los moros y que tiene una simetría y similitud rítmica.
El ensayo continúa con una cronología de los antecedentes en América como Nelson Estupiñan Bass, que toma las décimas que cantaban los negros que naufragaron en 1553 al norte de Ecuador y a Nicomedes Santa Cruz (padre), poeta y dramaturgo peruano cuya difusión en nuestro país se debe al periodista radial y televisivo Hugo Guerrero Marthineitz, radicado en Argentina desde 1955. Luego se centra en el tema central: la décima en la literatura rioplatense, haciendo un racconto del panorama geográfico y político del período pre y pos colonial, con escritores que participaron en las contiendas revolucionarias y escribiendo cantos patrióticos con esta estructura, o dentro de la poesía gauchesca poetas como Bartolomé José Hidalgo y Antonio D. Lusich y también los argentinos Estanislao del Campo, José Hernández y Rafael Obligado, quien es el representante más importante de la décima espinela en la literatura rioplatense y eleva su calidad literaria en Santos Vega. Citaremos como ejemplo el Canto I, El Alma del Payador, donde nos dice: (pág. 24)

Cuando la tarde se inclina
sollozando al occidente,
corre una sombra doliente
sobre la pampa argentina.
Y cuando el sol ilumina
con luz brillante y serena
del ancho campo la escena,
la melancólica sombra
huye besando su alfombra
con el afán de la pena…

Finalmente, Julio Lemoine detalla las diferentes temáticas utilizadas: 1) Bucólica 2) Comedia, sátira o drama teatral 3) Epistolar 4) Amatoria y Romántica 5) Cánticos patrióticos 6) Luchas políticas y 7) Picaresca, ejemplificadas con distintos autores para por último enumerar y reseñar algunos poetas y payadores que cultivaron la décima espineliana en el Río de la Plata. El autor separa a los poetas de los payadores por considerar que éstos eran poetas populares que improvisaban en público, generalmente en contienda con otro, con ritmo de milonga en las pulperías, luego en los picaderos del circo o espectáculos de varieté en el teatro criollo.

En 2007, vuelve a la poesía con Amor sin tiempo, dedicado a Rosa y con ilustraciones de Clara Lemoine Pinedo. Es otro de los libros de Lemoine en donde se observa nuevamente al caminante de la vida, inmerso en lo cotidiano, en sus vivencias y emociones, en sus sufrimientos y esperanzas, de “cerrazones” y ausencias, de fe religiosa y renaceres. El libro está dividido en dos partes: La cerrazón y Claridad. La primera parte consta de nueve poemas que se inician con cuatro versos que dicen:
                de pronto
                una nube anocheció la huella
                mi piel dolorida
                fue bebiendo la cerrazón.

El término “cerrazón” aparece como epígrafe del poema de Atahualpa Yupanqui “Huella triste” (pág. 19) Dice Atahualpa:
               --------------------------
                La vida es un lazo largo
                estirao sobre la tierra.
                En una punta una dicha
                en la otra punta una pena.

                Así va mi corazón
                lleno de sueños y ausencias,
                sin encontrar su querencia,
                perdido en la cerrazón.


El poeta habla del dolor de la ausencia en “Tu partida” y “Ausencia” (pág.23)

            TU PARTIDA
Cuando la lluvia de tu ausencia
golpea el cristal de mi alma,
mis ojos se acercan
para mirar las lágrimas del tiempo.

Lejanos,
el relámpago y el trueno
no tienen espacio en mi silencio.

las cicatrices del alma y del cuerpo en “La helada” (pág. 25):
              
LA HELADA
Estoy podando las ramas resecas
que sobre el espíritu
quemaron las heladas
para dejar paso a los brotes nuevos
productos de la savia
que el frío no dañara.

Y  el árbol añoso formará copa
tal vez no tan frondosa,
tal vez no tan umbría
y otra será la vida silenciosa
con fuertes cicatrices
testigos de la herida.

Estoy podando angustias
a orillas de la vida.

pero seguirá andando su vivir otoñal aferrado a la vida, a Dios y a la esperanza en el poema “Voy andando” (pág.31).
La descripción del lugar que habita y el paisaje que lo circunda, tiñe su alma de luz y esperanza, en “Estampas del lar” (pág.35)

               A veces siento en el alma
               como un crepúsculo interno
               pero después amanezco
               mirando el alba en los cerros.

               Este mundo es el que habito,
               mezcla de luz y esperanza.
               el amor vibra en otoño
               la primavera del alma.

Los afectos, la relación padre-hijo en “Marcelo y el cuadro” y “El retrato” que reflejará al ser humano en esa foto inerte que cambiará de acuerdo a la óptica del que la esté mirando (pág.41):

                Será lo que tú quieras.
  callado está el retrato.
  Los ojos de tu alma
  verán en esta suerte
  al hombre enardecido
  que ha vivido su vida
  o al triste pasajero
  que caminó su muerte.

En el final, el poema “Vivir en positivo” que, como su nombre lo indica, reivindica lo positivo de la vida:
            
 Por eso hermano te cuento
 porque tú eres mi amigo,
 la vida es dulce y es bella
 viviéndola en positivo.             

La Segunda Parte, titulada Claridad, consta de quince poemas numerados, sin título, que comienza:
             …y luego una herida luminosa
             fue consumiendo las tinieblas.

El poema I, a manera de copla, pre-anuncia “la flor rosa a orillas del sendero”, y el epígrafe que lo precede resume todo: “una esperanza tranqueaba/ los guijarros del alma”.
La aparición de Rosa, esa flor que lo enamora, mitigará sus penas y alumbrará su vida otoñal, ese amor tardío, “amor entrometido que los citó en la serena esquina de la vida” como dice el epígrafe del poema IV (pág.61)
El renacer de las sensaciones que galopan como sangre fresca, en donde “el paisaje y el amor son el polen de mis sueños”, epígrafe del poema VII; y que culmina con dos versos que sintetizan lo sentido y lo vivido:

                 que hermoso sueño que sueño
                 sin tener que estar durmiendo.        (pág. 68)

La presencia o la ausencia momentánea de Rosa y la ansiedad de la espera (poema X), pues “la llovizna de un amor sin tiempo/ puso rumbo florecido a mi destino” (poema XIII); el agradecimiento a Dios en el final del poema XIV, con epígrafe de Oscar Wilde: “el verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”:
                             
 …y como espejado en el paisaje
la blancura de mis sienes
abrigan
Un corazón ardiendo de amor.

Gracias Señor por poder decirlo
                           poder sentirlo
                           poder vivirlo. 
                          
El libro culmina con dos versos que citamos por ser el perfecto cierre para estos poemas en donde la presencia de Rosa, los atraviesa:
                 …he atravesado el túnel…
                 se ha detenido el tiempo.
Rescatamos el poema IX como síntesis de los quince que integran esta Segunda Parte, con un epígrafe que dice: “He muerto / para nacer en ti” (pág.71)


quién soy yo
sin el perfume de tu existencia,
quién soy yo
sin la concavidad de tu amor.

Vacío de mí,
Descalzo, camino de tu mano
Hacia la profunda humildad de tu ser.

Vacío de mí,
he muerto desnudo
para nacer en ti.

Sigue en 2011 , otro libro de poemas, De coplas y decires. Al comienzo del texto el autor inserta “Improvisando un prólogo” con epígrafe de Jaime Dávalos: “Quiero cantar esta copla por si acaso muera yo / porque nosotros los hombres/ hoy somos mañana no”.
Aquí Lemoine adelanta lo que van a ser sus coplas que define “como tropillas de antiguos versos…que aprisionaron los cerros” y que unieron recuerdos y versos. Así se suceden coplas a manera de contrapunto entre Julio y Rosa (Contrapunto I y II), el coplero que anda por la vida – Cople-ando es su título – y repartiendo su amor en versos; coplas surgidas en el 7° Encuentro de Poetas en Salsipuedes y en el 33° Encuentro Internacional de Poetas en La Paz; coplas con ritmo de chacarera (Coplas del Pedregal); de chaya (Una esperanza tranqueaba los guijarros del alma); de milonga (El pan del amor, como la paz, se amasan día tras día); de zamba (Amaranto Silva); las Coplas populares que integran el título de cada capítulo del Libro Tantanakuy poético y La Paz; las dedicadas a Alberto García (recordando sus primeros 70 años) y la última, El aguaribay, ese lugar para “deleite de toditos los sentidos” que tiene desde piezas artesanales a “especias, dulces, conservas/ ricos salames caseros / y unos quesitos de cabra/ que resucitan a un muerto” y que se encuentra camino a Loma Bola.
De las coplas pasamos a los “decires”, que en el prólogo del autor se definen así:

    … Y así oriento los decires
     trenzados en simples versos,
     para enlazar con las coplas
     latidos del pensamiento.

Y precisamente son esos “latidos del pensamiento” en temas como la felicidad, el amor, la generosidad, el orden, la poesía, la paciencia, la ancianidad etc. de las que sólo mencionaremos tres:

      -   la felicidad /  es inversamente proporcional a / la ambición –
-      el amor es la esencia de la vida/ el egoísmo es la muerte en la/ existencia.-
-      déjame vivir/ con el silencio de la piedra /es más elocuente que el grito/ urbano.-

En el mismo año publica Cartas literarias. En este libro, Lemoine rescata las cartas de sus amigos y elige la poesía para transmitir al lector todo lo que le interesa y el cariño que va en ellas.
Son cartas literarias a Negrita; a don Eduardo Peralta; a Nacho Labionda en homenaje a sus primeros 70 años; al Basko Rubén Iriart, de los pagos de Sauce Grande; a Lucrecia y Santiago, titulado “El Casorio”; a su comadre “la Maribeti”, de los pagos de La Carlota; al cumpa Gerardo de los pagos de los Cerrillos, Canelones, Uruguay; y la última, dedicada a Eduardo Vaschetti.

Finalmente, en 2011, su última producción de poemas, Poética del misterio.
Libro con epígrafe de Oscar Wilde al comienzo y de Mahatma Gandhi, al final. La temática de los poemas refieren a:
-      el universo y Dios (“Danza”)
-      el amor cotidiano y la ausencia (“Sobremesa”, “Trigal”, “Concierto en mí”, “Mi tejedora”, “Guitarra”, “Tiempo” y “Cuando tú no estás”)
-      la ancianidad y la vida que resurge siempre  (¿Y ahora qué?”)
-      los recuerdos (“El mate galleta” dedicado a Claudio)
-      la libertad (“Mano a mano con un zorzal”)
-      los consejos a los hijos, a Sandra y Gabriel (“Como los lirios del campo”)
-      Dios (“Sentidos”)
-      La explotación del hombre por el hombre (“Hombre”)
-      La inocencia del niño / la experiencia del hombre que ha andado la vida y le duele lo vivido (“El niño y yo”)
-      La implacable sequía del paisaje relacionada con la ancianidad y la soledad (“Sequía”) pág.19 
          
He visto

he visto
el rostro macilento de los árboles
transpirar la lágrima
postrera de tristeza.

he visto
al sol beber con voraz incandescencia
los últimos azules
de las llanuras mustias.

he visto
calcinada la osamenta de la vida
blanqueando con espanto
despojos de hambre y sed.

He visto
la soledad desolada de aleteos
profunda de silencios
acallados los vientos

he visto
los muñones leñosos
elevarse en plegarias
de vanas rogativas

he visto
sobre el pedregoso lecho enmudecido
como rescoldo inerte
del olvido del canto

he visto
resquebrajarse la cáscara del suelo
oxidada memoria
de extinguida laguna

he visto
resecada la garganta de la tierra
gimotear en el ocre
postrer de la agonía

he visto implacable la sequía.

  Y el retorno a casa, que es claridad y de color verde / la ciudad que deja atrás, esa Buenos Aires de los barrios privados, Puerto Madero, la inseguridad, la Terminal, los piquetes, las autopistas, el hacinamiento, en el poema “Regreso”.


Hemos hecho un largo y rápido recorrido por los textos de Julio Lemoine. Quizás no tan exhaustivo como la obra del mencionado autor lo exigiera pero sí conscientes de haber transitado sus “versos y oraciones de caminante” (en palabras de León Felipe). Versos y oraciones que lo acompañaron en su camino y que, nosotros lectores, hemos caminado con él. Lemoine es un observador sagaz de lo cotidiano, que va desde las descripciones del paisaje circundante hasta los estados de ánimo de sus personajes. Y así fluctúa entre la nostalgia, la melancolía o la tristeza y las ansias de beberse la Vida a borbotones; entre el sufrimiento personal o la tragedia social de un país “desguasado” por la falta de justicia, amor, solidaridad y el latrocinio moral, a la esperanza de una salida. Y es quizás esta palabra, la esperanza, la que trasciende su poética y lo ubica, junto a la fe, en ese lugar de salvación de lo mundano, de lo caótico. Poesía intimista, contextualizada y vertida en textos vividos y sentidos. Los últimos versos de su poema “Vivir en positivo” así lo dicen:
              Por eso hermano te cuento
porque tú eres mi amigo,
la vida es dulce y es bella
viviéndola en positivo.

O en su poema “Voy andando” (pág.31) en Amor sin tiempo.

Voy andando el espacio de mi tiempo
sobre la mustia piel de este planeta
desolada por hombres ambiciosos…
voy buscando mi estado anacoreta

Voy andando la instancia de la vida
que fluye de mi ser a borbotones;
no sé bien si es imagen detenida
o el latido de tenues ilusiones.

               Voy andando la sombra del silencio,
               macerado el vigor de la templanza
               tratando de volar el universo
               con el canto vital de la esperanza.

               Voy llevando el amor en faltriquera,
               voy sin prisa y sin pausa…, caminando,
               empapado, mi Dios, con la alegría
               y aferrado a la vida… Voy andando.

Lic. Susana Bonansea