Poeta, ensayista y autor de relatos breves. En muchos de sus escritos, sea cual sea el género al que pertenezcan, aparecen con frecuencia ciertos temas; por eso una introducción general a Jorge Luis Borges puede ser válida para toda su obra.
Borges es un escritor erudito, poseído de solicitaciones filosóficas que acierta a convertir en sustancia de sus relatos o, al menos, las hace aparecer en alguno de sus componentes. La concepción del mundo del autor ayuda a comprender el fondo intelectual de su producción:
a) Consideraciones preliminares.
Los relatos de Jorge Luis Borges tienen con frecuencia una motivación metafísica y un tratamiento fantástico. Le interesan la filosofía y la teología, disciplinas de las que parece tener un regular conocimiento .
En los sistemas filosóficos y en las proposiciones metafísicas ve un infatigable esfuerzo del género humano por comprender e interpretar el universo. “Todo hombre culto es un teólogo y para serlo no es indispensable la fe” (Otras inquisiciones). De hecho, Borges, si bien participa de una concepción panteísta del universo que no excluye un Dios Creador, no confiesa ninguna fe religiosa explícita. Respecto a la posibilidad de que la filosofía alcance la verdad absoluta, manifiesta el escritor su “escepticismo esencial”. De ser creado, “el mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente” (op. cit.). Pero “la imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que éstos son provisorios” (op. cit.).
Una consideración similar le merece la teología. Confiesa “estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aun por lo que encierran de singular y de maravilloso”. En consecuencia, varios de los mejores cuentos de Borges están inspirados en hipótesis metafísicas y afirmaciones teológicas, por mucho que, para su autor, estén desprovistas de veracidad las primeras, y de la condición de verdades reveladas todas las segundas.
Lo que la metafísica pretendería hacer, sin éxito, en el plano de la realidad —penetrarla e interpretarla—, pretende hacerlo Borges en el plano de sus cuentos, capitalizando las hipótesis de la filosofía y las doctrinas de la teología. “Borges ha negado —resume Alazraki, uno de sus críticos— la validez de la metafísica en el contexto de la realidad, pero la ha aplicado a un contexto donde recobra su vigencia: la literatura”.
Un lector culto presiente que, en el argumento y desarrollo de un cuento que satisfaría a lectores menos intelectualizados, subyace un significado metafísico. Hay con frecuencia dos planos en los libros de Borges: un plano narrativo argumental, anecdótico, y otro abstracto, en el que la anécdota adquiere ya la dimensión de símbolo (v.gr.: Deutsche requiem, La busca de Averroes, La escritura del Dios): lo individual se reviste de simbolismo al ser proyectado sobre un plano genérico más amplio.
b) Temas y subtemas.
Los relatos de Borges despiertan sorpresa y, a veces, provocan el desconcierto en los lectores. No es un escritor de masas: su crítico y amigo Adolfo Bioy define los cuentos de Borges como “ejercicios de incesante inteligencia y de imaginación feliz, destinados a lectores intelectuales, estudiosos de filosofía, casi especialistas en literatura”. No obstante, sus textos no son adivinanzas o herméticos sofismas. La lógica que hay bajo sus fantasías se encuentra a menudo desvelada en 1os libros de ensayo: Discusión, Inquisiciones, Otras inquisiciones. En cualquier caso, hay una porción de tópicos, lugares temáticos comunes, en la narrativa borgeana: los que son tema en un relato, aparecen en otros como subtemas, en variada recurrencia. Alazraki rastrea en un sólo cuento, La otra muerte, y descubre hasta nueve temas característicos del autor: 1°, en un instante de la vida de un hombre puede estar la clave de toda su historia y su razón de ser; 2°, la realidad presenta caracteres ilusorios: se mezclan abundantemente en el relato personajes históricos y seres ficticios; 3°, el Universo se nos aparece a menudo como un laberinto inextricable; 4°, visión del mundo por la cual un hombre puede ser dos hombres, gracias a la reducción panteísta; 5°, el mundo es un sueño de al¬guien superior no muy bien conocido; 6°, el mundo es una compleja concatenación de causas y efectos: modi¬ficada una causa, por remota que sea, resulta modificada y confundida una multitud imprevisible de efectos; 7°, una persona que no pudiera olvidar, moriría por el excesivo peso de sus recuerdos; 8°, una literatura difiere de otra más por la distinta manera de ser leída e interpretada, que por las diferencias de sus textos, 9°, el coraje, primera virtud de los argentinos.
c) Caos y orden.
“No sabemos qué cosa es el universo” (Otras inquisiciones). La visión del mundo como algo impenetrable y, más a menudo, como algo caótico, aparece por igual en sus ensayos y en sus relatos. La inteligencia humana, glosa Alazraki, no puede reconstruir un orden que no existe o que, si existe, está regido por leyes divinas, inaccesibles a la inteligencia de los hombres. Esa concepción inspira relatos felices de Borges, recogidos en el volumen de Ficciones, sobre todo en La biblioteca de Babel, y La lotería de Babilonia, aunque el tema no es ajeno a otros títulos.
No obstante la impenetrabilidad del mundo, Borges valora los esfuerzos de sucesivas generaciones de hombres encaminados a encontrar un orden, por mas que estén condenados al fracaso. Tiene un cierto conocimiento de las doctrinas y la historia filosóficas, pero se alinea con los escépticos, para quienes la historia de la filosofía es la de los fracasos de los hombres en su búsqueda de la verdad y de la sabiduría absolutas. Caos del universo (imposibilidad para el hombre de conocer su orden interno) y el prurito de la inteligencia humana de ponerle orden, serían orde¬nada y abscisa de la temática borgeana. De la visión caótica del mundo emerge la imagen del laberinto, favorita de Borges.
d) El Universo como sueño o libro de Dios.
La concepción del mundo como sueño de Dios es una doctrina budista y constituye otro de los temas clave de la narrativa de Borges. Una idea complementaria a la del sueño es la de presentar el universo como libro de Dios: todo está escrito en él; previsto o querido por Alguien en un momento anterior. Supone una actitud fatalista.
A las concepciones budista y fatalista enunciadas hay que añadir la consideración literaria que Borges tiene de la doctrina idealista de tantos filósofos europeos: “el mundo es la idea que yo tengo del mundo”; “el mundo deja de ser en cuanto yo dejo de pensarlo”; “puedo pensar un mundo distinto que el que conozco por los sentidos, que no es menos real que éste”. Esto da lugar a relatos tan densos como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, del libro Ficciones: un mundo coherente, casi perfecto, pero inventado.
En este apartado cabe la mención de Schopenhauer —del que Borges es “lector apasionado”— y su concepción voluntarista del mundo, en la que la realidad importa menos que la voluntad de hacerla.
Una muestra literaria del "todo está escrito" aparece en la narración El muerto, incluida en El Aleph: Otálora intenta suplantar al jefe de la cuadrilla. Este, nos enteramos al final, ha conocido las intenciones de Otálora desde el principio, pero le ha dejado hacer. Otálora descubre con amargura que todo lo que ha tramado y ejecutado estaba previsto en el plan del jefe Bandeira, de quien dice Borges en el epílogo de EL Aleph que es “una tosca divinidad”.
e) Panteísmo.
Borges recoge de una u otra doctrina filosófica aquello en lo que intuye mejores posibilidades narrativas. Del panteísmo, según la enunciación de Plotino, hace suya la siguiente formulación: “Todo está en todas partes y cualquier cosa es todas las cosas”. Una manifestación de panteísmo, presentado literariamente, es la afirmación de que un hombre es los otros hombres con muchas variantes. En El Aleph hay un relato significativo: Los teólogos, en el que disputan y mueren dos teólogos antagonistas. He aquí el final del relato: “... en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona”. Un tratamiento análogo recibe la Historia del guerrero y de la cautiva. La confusión deliberada de personalidades como reflejo panteísta (“cada hombre es un órgano que crea la divinidad para sentir al mundo”, cita Borges en el relato de Los teólogos) aparece al menos en dos cuentos de Ficciones: La forma de la espada y Acercamiento a Almotasim. Es sabido que el panteísmo, en la historia del pensamiento, deriva con facilidad hacia el ateísmo; hacia esa forma de ateísmo que consiste en negar un Dios personal e inteligente: “Dios no es nadie para ser todos”. En algún relato aparece como eje otra idea conectada con el pensar panteísta: la idea de que Dios, para serlo, debió borrarse o perder su identidad: “Dios es la nada primordial, no es nadie para ser todos”. Y una consecuencia de esa idea: “un (posible) solo inmortal es todos los hombres”. Este es el eje intelectual de El inmortal, relato que forma parte de El Aleph y que Borges considera la pieza más trabajada de todas las que componen el libro: el protagonista, que ha alcanzado la inmortalidad, ha perdido su identidad individual y ahora puede ser todos los personajes históricos. Con la eliminación de la identidad, la individualidad es sólo aparente. Incluso “Judas puede ser Jesús” en el paradójico e irreverente relato Tres versiones de Judas, recogido en Ficciones.
Un reflejo estilístico de la confusión de identidades es la deliberada mezcla de géneros, grata a Borges: relatos que parecen ensayos; una investigación policial que sigue un proceso cabalístico (La muerte y la brújula), o la combinación de personas existentes con otras ficticias.
f) El microcosmos panteísta.
El panteísmo permite otra derivación si, en lugar de a las personas, lo aplicamos a las cosas: "cualquier cosa es todas las cosas" (en Historia de la Eternidad). Tres relatos contenidos en El Aleph recogen el tema del microcosmos traducido en tres imágenes: el “Aleph” de los judíos místicos de la Cábala, la “Rueda” de las religiones del Indostán, el “Zahir” del Islam. La representación de cada uno de esos tres símbolos —símbolos para Borges de Dios, del Universo— puede darse en cualquier cosa: en los tres cuentos mencionados se dan, de hecho, en una moneda, en una esfera, en las rayas de un tigre. Borges ha extraído de tres religiones no cristianas la hilaza para tejer sus ficciones, mostrando así que de dichas doctrinas sólo le interesa el valor estético o el aspecto misterioso que encierran. Buena parte de la peculiaridad de Borges reside, como hemos visto, en hacer literatura con las doctrinas de la filosofía y la teología.
Así como todo el universo puede estar contenido en un punto, todo destino puede estar cifrado en un instante: Biografía de Isidoro Tadeo Cruz (1827 1874) es una muestra de esta idea: la clave de la vida del personaje está en un momento de cierta noche en que, enfrentado a Martín Fierro, comprende su destino de forajido y “acatando ese destino, arroja su gorro de soldado y se pone a pelear junto al desertor contra la milicia”. En el volumen Ficciones hay dos relatos que participan igualmente de esa noción: El fin y El milagro secreto. En este último cuento, la razón de ser de la vida de un dramaturgo descansa en el hecho de que pueda terminar su drama. El instante necesario para conseguirlo (que para el interesado es un año y para el reloj un segundo) justifica su vida.
g) El tiempo.
Un minuto puede cifrar la eternidad: la base filosófica de este aserto está en las paradojas de Zenón, recogidas por Borges a través de varios autores: "William James niega que puedan transcurrir catorce minutos, porque antes es obligatorio que hayan pasado siete, y antes de siete, tres minutos y medio, un minuto y tres cuartos, y así hasta el fin, hasta el invisible fin, por tenues laberintos del tiempo" (Otras inquisiciones).
La paradoja es muy del gusto de Borges, lector de los filósofos idealistas y amigo de encontrar aspectos insólitos al mundo. Le gusta “crear irrealidades que confirmen el carácter alucinatorio del mundo, como es doctrina de todos los idealistas”. El tiempo, tema de poetas y de metafísicos, lo es también del Borges ensayista (Nueva refutación del tiempo) y literato. Prefiere, entre otros esquemas temporales posibles, el del tiempo cíclico circular; las cosas se repiten en el tiempo, no de forma idéntica, sino análoga.
Aparte de la importancia que alcanza en El inmortal, aunque no es el tema principal de ese relato, el tema del tiempo se hace motivo central en Un hombre en el umbral (el pasado es preanuncio del presente hasta confundirse ambos) y, dentro de Ficciones, en Tema del traidor y del héroe. Es también un subtema presente en la mayoría de las piezas.
h) La ley de la causalidad.
Continuando en la órbita de esa concepción que llamamos panteísta, encontramos otra nota borgeana que bien podría ser uno más de sus corolarios: infinitas causas han debido converger a lo largo de los siglos para producir un solo efecto. La extraña complejidad del mundo se manifiesta también en el entramado de acciones y sucesiones que confluyen en cada objeto, en cada momento. Cuenta Borges que al pintor Whistler le preguntaron el tiempo que había necesitado para pintar uno de sus nocturnos. “Toda mi vida”, ¬fue la respuesta. “Con igual rigor —apostilla Borges— pudo haber dicho que había requerido los siglos que precedieron al momento en que lo pintó” (en Discusión). El enunciado anterior y la anécdota de Whistler sugieren a Borges una porción de posibilidades literarias, algunas de ellas de elevado efecto paradójico. “Para el cristiano la vida y la muerte de Cristo son el acontecimiento central de la histo¬ria del mundo (...). Quizá el hierro fue creado para los clavos y las espinas para la corona de escarnio y la sangre y el agua para la herida” (en Otras inquisiciones). Alazraki encuentra como tema dominante en algunas piezas la ley de la causalidad y sus consecuencias.
i ) Resumen.
En resumen, Borges trabaja sus argumentos como si se tratara de parábolas de la realidad. Son historias determinadas, sí, pero tienen a la vez el valor de símbolos —algo genérico y universal— o de alegorías. Muchos de sus cuentos admiten interpretaciones filosóficas, sin perder en ningún momento su propio valor como relato de intriga, historia personal o pieza literaria de cualquier género. Muchos lectores satisfarán su gusto por la lectura con los brillantes tratamientos, en los que la concisión del estilo potencia el efecto sorprendente de historias emocionantes. Para ellos, Borges será, sin necesidad de mayores consideraciones, un magnífico fabulador. Lectores más reflexivos quizá descubran implicaciones intelectuales de más vasto alcance. Para Alazraki, la clave de esas implicaciones sería un relativismo que arranca del escepticismo esencial profesado por Borges.
BORGES, Jorge Luis . El Aleph .Alianza Editorial, Madrid 1975