Un hombre en la oscuridad (2008)
“Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche en blanco, en la gran desolación americana…” (comienzo de la novela)
Una noche de insomnio en la vida de August Brill, crítico literario de 72 años, recuperándose de un accidente en la casa de su hija, en Vermont. Para sobrellevar ese momento inventa historias en la oscuridad de su habitación. Una de ellas es la del mago Owen Brick que se despierta en un foso en el contexto de una guerra civil que no es la de Irak, los atentados del 11 de septiembre todavía no han ocurrido. Es una guerra interna donde los EE.UU combaten contra ellos mismos; estados sublevados y enfrentados, algunos ya independientes después de las elecciones de 2000. Su misión será asesinar a una persona para terminar con la contienda.
En ese juego entre realidad y ficción, el protagonista va analizando el devenir de su propia vida, su pasado, las luces y las sombras familiares, su relación con su mujer, su presente en la casa de su hija con su nieta. Como dos mundos paralelos, como una novela dentro de otra novela, las historias ficticias alternan con lo real. Pues como él le dice a su nieta:
“Lo de pensar y recordar me va mejor durante el día. Principalmente, me he contado una historia a mí mismo. Eso es lo que hago cuando no puedo dormir. Me quedo tumbado en la oscuridad y me cuento historias”
Y sostiene:
“una imagen del pasado remoto, quizá real, puede que imaginada, apenas noto la diferencia. Lo real y lo imaginado son una sola cosa. Los pensamientos son reales, incluso las ideas de cosas irreales”
En esa alternancia de mundos paralelos el autor desliza una crítica a la sociedad norteamericana, sus políticas erróneas y conflictos éticos actuales. Y los secretos de la historia familiar: amores, traiciones, alegrías y decepciones inherentes a la vida misma. En ese ir y venir de historias August Brill va reconociendo sus propios errores y se va desnudando ante el lector, como lo hace también en las charlas con su nieta Katya.
Tomás Eloy Martínez cierra la contratapa del libro diciendo:
«Auster no ha dejado, de todos modos, que los conflictos del mundo se apoderen de sus personajes. El mundo los envuelve, como el capullo de una crisálida, pero los seres de sus novelas están sumidos en el amor y en los tropiezos con el azar... Cuando me senté a conversar con él hace pocas semanas, el tema de la separación entre lo imaginario y lo real regresó una y otra vez a nosotros. Ambos convinimos en que si el arte crea historias y lenguajes, es porque la vida está lejos de ser perfecta. El arte permite a la especie humana ser lo que no se atreve a ser en la realidad, y soñar con las cosas que en la vigilia parecen imposibles. La historia insiste en ser desastrosa, pero el arte siempre echará sobre ella una luz de felicidad» (Tomás Eloy Martínez, “El País”).