Museo del chisme (2005)
El libro está precedido por un ensayo El relato indefendible (publicado originalmente en 1973) y luego sigue Cuadros de una exposición que reúne una colección de chismes variados a modo de cuadros de una exposición. Son relatos cortos y sobre personajes heterogéneos.
El ensayo “El relato indefendible” es una “indagación única y preciosa del chisme como núcleo indispensable de la novela –en Henry James y Proust, sí, pero también como indicio informativo de cualquier narración–“
Cozarinsky insiste en lo indefendible de lo que circula libremente: el chisme. Inclusive lo cita a Borges, quien lo define como “un compendio de noticias particulares humanas” en referencia a algunos pasajes de Marcel Proust.
Comienza con un análisis de la palabra “chisme” en algunas lenguas: “gossip” (relativo a la mujer charlatana y transmisora de novedades); “potin” en francés (que viene de olla, “pot” y deriva de “potine”, un calentador portátil que las mujeres llevaban a sus reuniones de invierno). Resalta la transformación y transitoriedad del chisme, y considera que es el germen de la novela. Es un proceso en formación de un relato; se transforma o repite en diferentes versiones ("Se cuenta algo de alguien, y ese relato se transmite porque es excepcional el alguien o el algo") por lo que es “transitoriedad pura”. De la misma manera que todo trabajo creativo en literatura, cine o fotografía es una posible versión entre otras.
En una entrevista, Edgardo Cozarinsky dice que “un mundo sin chismes sería impensable”. En el libro anticipa:
"Puede concebirse que se cuente una trivialidad de un alguien prestigioso, o un algo insólito de un sujeto oscuro; difícilmente, una trivialidad de un desconocido, y no es frecuente que coincidan personaje y proeza".
Porque la excepcionalidad del chisme se debe a su transitoriedad; va mutando de boca en boca y nunca se repite igual. Su carácter es interesar y cautivar: "para que el placer circule, como una impalpable moneda".
Un recorrido divertido por diferentes contextos, situaciones y personajes que resulta ameno, hilarante en algunos sucesos y con personajes variopintos. Desfilan desde Gustavo de Suecia; Manuel Mujica Láinez; Victoria Ocampo y Roger Caillois; Leopoldo Torres Nilson, Beatriz Guido y Ernesto Sábato; Anton Chéjov; Paul Valery; la hijita de Luis XV; Stalin; Malcom Lowry; Jacinto Benavente y Ramón de Valle Inclán; Mandl and Friends (Fritz Mandl, judío que emigró a Argentina y se instaló en La Cumbre dando origen a la leyenda del Castillo de Mandl); Adolfo Bioy Casares; Peter O’Toole; Paul Bowles; Marguerite Duras; Jorge IV; el astronauta Vasili Tsibliyev; el sultán de Marruecos; Ezra Pound; Truman Capote; el conde de Beaumont y algunos más. A pie de página se cita la fuente de esa anécdota.
Como bien lo anticipa su autor en el prólogo:
“El placer de reescribir en la forma más concisa posible esos minúsculos relatos, a partir de fuentes escritas u orales muy dispares, resultó ser un nuevo, modestísimo avatar de placeres que aprendí en las antologías de Borges y Bioy Casares. Y, al mismo tiempo, un intento de cumplir con el antiguo deber de dejar un rastro, una huella de parte de lo que me tocó oír y ver, no sólo leer, en mi paso por este mundo”.
El epígrafe de Karl Krauss que inicia este recorrido sintetiza exactamente el pensamiento del autor:
“Considerar que muchas cosas son insignificantes, y que todo significa”.