Línea de fuego - Arturo Pérez-Reverte
“Yo he intentado contarlo desde los dos bandos a la vez, ese era el desafío, y que los dos bandos fueran contemplados a nivel de trinchera. Yo quería moverme por ese territorio amplio; ver la guerra con mayor atención al ser humano”. Y es precisamente ese lugar donde no recurre a la dicotomía entre buenos y malos; tampoco hace uso de una memoria selectiva o política. “Mi novela habla de los seres humanos; ahí la frontera entre buenos y malos no está tan clara”, explica Pérez-Reverte.
“Quiero que los lectores vean la crueldad de la que somos capaces. He aprendido más de los malos; la maldad tiene tantos matices, tantos ángulos, es tan sorprendente rica, tan educativa; el contacto con la maldad enriquece. El mal es muy interesante”
(entrevista de Silvina Riera, “Página/12”, 4/11/2020)
La novela narra la trágica batalla del Ebro durante la Guerra Civil Española (1936-1939) donde murieron veinte mil hombres entre republicanos y nacionales, mezclando hechos históricos y ficticios. Como se aclara al comienzo del libro “en la noche del 24 al 25 de julio de 1938, al comienzo de la batalla del Ebro, 2890 hombres y 18 mujeres de la XI Brigada Mixta del ejército de la República cruzaron el río para establecer la cabeza de puente de Castellets del Segre, donde combatieron durante diez días. En realidad, ni Castellets, ni la XI Brigada, ni las tropas que se enfrentan en Línea de Fuego existieron nunca. Pero aunque las unidades militares, los lugares y los personajes que aquí aparecen son todos ficticios, no lo son los hechos ni los nombres en que se inspiran”. No sólo deambulan personajes de las Brigadas Internacionales, corresponsales de guerra extranjeros, el Tercio de Monserrat, la quinta del biberón (aludiendo a los jóvenes e inexpertos reclutas de la guerra), voluntarios y no voluntarios a los que el azar los pone en ese lugar, los idealistas y los que quieren escapar del infierno. Pérez-Reverte incluye también a mujeres voluntarias comunistas, entre 19 y 43 años (que no existieron en realidad) que tienen como misión asegurar las comunicaciones en la cabeza de puente que el ejército republicano intenta establecer en una localidad imaginaria : Castellets del Segre.
A pesar de su extensión, las 682 páginas se leen sin que decaiga el interés porque el autor demuestra su extraordinaria habilidad narrativa para atraer al lector. Y sus conocimientos de veintiún años como corresponsal para diarios y televisión en siete guerras en África, América y Europa, permiten una descripción detallada de situaciones, contextos, sensaciones que van más allá de lo histórico y lo verosímil. Es humanidad la que se respira. Son los seres humanos y sus historias individuales lo central de la trama. Los miedos, vacilaciones, infortunios, traiciones, incertezas, privaciones; el hambre, la sed y la desesperación de la guerra expuestos de manera cruel y descarnada.
Ante la crudeza de las escenas, el autor intercala diálogos insólitos donde hace gala de un humor ácido y negro. Junto a las coplas que entonan los soldados de ambos bandos permite relajar un poco la tensión y la tragedia. Memorable es la escena al comienzo de la novela cuando dos personajes escuchan entre quejidos de angustia: “Madre, madre… Dios mío… Madre”. “Un fachista herido, seguro”, dice Olmos. El otro personaje, Panizo, le pregunta: “¿Cómo sabes que es fachista?”. Entonces Olmos responde: “Hombre, no sé… Está llamando a Dios y a su madre”. El remate de Panizo no se hace esperar: “¿Y a quién quieres que llame? ¿A la Pasionaria?”.
Línea de fuego es un alegato contra la guerra civil española, una guerra que ha dejado huellas muy profundas en toda la sociedad que han sido y son difíciles de borrar. Como dice el capitán Bascuñana es “el horror enfrentado a otro horror”, y ya no, como había creído al principio, la “lucha del bien contra el mal”.
Una novela intensa, dura, en carne viva, que cuestiona desde lo humano no desde lo ideológico; de lo trágico de una contienda de españoles contra españoles.