Los llanos. Finalista del Premio Herralde de novela 2020 -
Federico Falco (General
Cabrera, 1977)
Es la historia de una ruptura, desde lo personal y desde lo familiar, y la catarsis, la liberación de retenes y ataduras mentales, familiares o sociales. El protagonista, parte de un duelo sentimental (la ruptura con Ciro) y familiar (el alejamiento del entorno familiar en General Cabrera para vivir en Buenos Aires) y también de su incapacidad por el momento de escribir tan siquiera una línea, esbozar una idea, iniciar el proceso de escritura de un cuento, de algo. Elige para vivir y transitar ese duelo un lugar alejado e inhóspito del conurbano bonaerense:
“Zapiola es de esos pueblitos que nunca llegaron a ser del todo. Una línea de casas frente a la estación del tren. Dos boliches/almacén, “lo de Anselmo”, “lo de Zito”. Un grupito de construcciones solitarias en medio del campo, sin reparo, al rayo del sol. Un pueblo apaisado y amplio, un tanto inverosímil, más baldíos que casas, más vacío que pueblo”.
Allí inicia una huerta y dedica todos sus días a trabajar para mantenerla y vivir de ella. Un trabajo arduo que implica fatiga diaria, soportar las inclemencias del tiempo y reiniciar al día siguiente con la esperanza de que no todo se haya perdido. Lucha de la naturaleza y del horticultor contra la sequía o las lluvias; el calor abrasador o el crudo invierno; las hormigas o plagas de las plantas; el viento. Que es también combate contra la soledad y el aburrimiento pero que se asume con entereza. El personaje es un escritor que atraviesa una crisis sentimental y laboral. Por lo que la novela le sirve al autor para hablar del proceso de lectura y de escritura.
Al respecto en entrevista de “La Nación” 12/12/2020, Federico Falco dice:
“La novela intenta explorar ciertas tensiones entre arte y vida, entre las historias que inventamos o imaginamos y lo que nos sucede, entre las historias que leemos y lo que vivimos. El personaje está obsesionado con la forma de los relatos y, al mismo tiempo, está descolocado porque de pronto su vida se desarmó y no siguió el hilo del relato que él había imaginado para sí mismo. Eso lo pone en crisis, no solo con su propia vida, sino también con su escritura. De ahí ese reflexionar sobre el escribir, sobre la forma de las historias, sobre los efectos que los relatos tienen sobre nosotros. Es una novela sobre leer y sobre escribir: la lectura es compañía pero también lugar de encuentro. Lo que leemos y escribimos tiene efecto en nosotros.”
Y respecto al poder catártico de la escritura responde:
“Me gusta eso que dice Walter Benjamin, que escribir es básicamente un proceso telepático. Escribir sería hacer telepatía, meterse en la cabeza del otro. Y si uno va a meterse en la cabeza del otro, mejor hacerlo con cierta atención y amabilidad para que la experiencia sea valiosa para ese otro. Lo pensaría como un proceso en dos tiempos o dos movimientos: un primer momento que podría llegar a ser catártico para el autor, y un segundo movimiento que implica dar cierto orden a esos materiales, procesar eso que surgió hasta encontrar una forma, una manera de decir, que habilite el encuentro con el lector.”
La novela está divida en capítulos titulados que refieren a los meses del año de verano a primavera. Porque el tiempo que transcurre o el tiempo detenido, ese tiempo interminable, se siente en las reiteradas descripciones del paisaje de la llanura, de esos llanos a los que hay que atarse a algo para subsistir:
“A una huerta, un bosque, una planta, una palabra. Atarse a algo que tenga raíz, anudarse para no perderse en el viento que sopla sobre la pampa y llama.”
Porque el campo, ese de su infancia en Cabrera con sus abuelos, el de tantos momentos felices, en donde se encontraba a sí mismo:
“Yo en el paisaje. Yo en la llanura. Sin ayuda pero también en contacto. Era un espacio donde me podía encontrar a mí mismo. Era un espacio donde podía leerme”.
ahora es el lugar de fuga, de encierro, de reflexión y de soledad. Y que la escritura es evasión y es creatividad pero que:
“ninguna palabra doma la pena. Ninguna palabra la espanta”
El paisaje cobra dimensión en las descripciones de la llanura, en un uso meticuloso y acertado del lenguaje; no hay barroquismo ni exageraciones. El paisaje se ve, se siente, se palpa, se vive.
Hay también a lo largo de la novela citas de escritores en sintonía con la trama o la temática, como la de Hebe Uhart: “Lo más difícil son los finales” refiriendo al proceso de escritura.
En el caso de Los Llanos no sólo se recrea un paisaje sino que el protagonista - escritor va re-creándose, en un contrapunto que pendula entre experiencias fallidas y felices. Porque la lectura transforma, cambia al que lee. Es un lugar de encuentro entre autor y lector. Y el escritor no es ajeno a ese cambio. Muchas veces una historia cambia al que la cuenta.