Los errantes (Anagrama, 2019) Olga Tokarczuk
Escritora polaca, Premio Nobel de Literatura 2018.
Libro sin género, a manera de bitácora de viaje que reúne
historias, recuerdos, vivencias, cuentos, apuntes, ensayos filosóficos,
autobiografía e incluso mapas y dibujos.
El tema del viaje atraviesa
todo el texto. La idea de irse, despegarse, alejarse, de tomar distancia
emprender el camino del peregrino que está siempre en movimiento, nunca se
detiene. Trenes, buses, aviones, ferrys, países diferentes aparecen en historias reales, fantásticas u oníricas
porque lo que verdaderamente importa es ahuyentar la quietud. La autora lo dice
al comienzo del texto:
«A todas luces yo carecía de ese gen que hace que en cuanto se
detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces.
(…) Mi energía es generada por el movimiento: el vaivén de los autobuses, el
traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los
ferrys.» Y ese vaivén generado por el movimiento constante le permite unir
historias algunas recreadas en la espera de los aeropuertos, diferentes, a
veces incompletas porque lo que importa es el no quedarse, no afincarse, no
“asentarse”. Errantes que caminan y se desplazan sin rumbo fijo, porque lo que
importa es el ir, el caminar. Que es también un desplazamiento del cuerpo:
"Cuando salgo de viaje desaparezco del
mapa. Nadie sabe dónde me encuentro. ¿En el punto del que partí o en aquel al
que me dirijo? ¿Existe un "entre"? ¿No seré como ese día perdido
cuando volamos al este o esa noche recuperada cuando lo hacemos hacia el oeste?
¿Estoy sujeta a la misma ley de la que tan orgullosa está la física cuántica:
que una partícula puede existir en dos lugares al mismo tiempo? ¿O a otra que
todavía ignoramos: que se puede no existir doblemente en un mismo lugar?"
El movimiento como evasión, el no ajustarse a
lo establecido:
"Contonéate, muévete, no dejes de
moverte. Solo así lo despistarás. Quien rige los destinos del mundo no tiene
poder sobre el movimiento y sabe que nuestro cuerpo al moverse es sagrado, solo
escaparás de él mientras te estés moviendo. Ejerce su poder sobre lo inmóvil y
petrificado, sobre lo inerte y quieto".
"Muévete, no pares de moverte.
Bienaventurado es quien camina".
Ese nomadismo, ese desapego a una tierra, a
un lugar, a una idiosincrasia lo expresa cuando dice: “lo
he intentado muchas veces, pero mis raíces nunca fueron lo suficientemente
profundas”. Y añade: “no he sabido germinar, no me nutro de la savia de la
tierra”. Por
lo que el desarraigo la define, no le importa la pertenencia a un lugar,
importa el vagabundeo, el viaje. Y confiesa que no colecciona nada, que compra
libros preferentemente de tapa blanda “para así poder dejarlos sin sentir pena
en los andenes, para otros ojos”. Confesiones que la llevan a hablar sobre la
muerte y la existencia, la incerteza y su visión escéptica de la vida la
acompañan. Sus estudios de psicología la interpelan constantemente Un viaje a
la exploración de sí misma y de los otros, a través de la lectura y de la
escritura; un indagar en lo propio para intentar abordar y entender los
conflictos humanos. La inquietud ante la desorientación producida por el viaje
que va de “No sé dónde estoy” en el momento del despertar a la certeza de que
no importa donde viajemos, lo importante es el destino del viaje, hacia dónde
nos dirigimos. Porque “No importa dónde estoy, da igual dónde. Aquí. Aquí estoy”.
Primera vez
que leo un texto de Olga Tokarczuk y gratamente sorprendida por una narrativa
original donde la ironía y el humor no faltan. Una obra que, a pesar de su
extensión (386 págs) y de la variedad de temas y géneros, tiene un orden, la sucesión de espacios o de
lugares se centran en resaltar un propósito: la errancia, el ir y moverse de un
lugar a otro. Los errantes en busca de algo, aun cuando no sepan si encontrarán
lo que buscan o si ya llegaron a destino y no se dieron cuenta de su llegada.