Premio Nacional de Narrativa
2017 por "la profundidad psicológica de los personajes, la tensión
narrativa y la integración de los puntos de vista, así como por la voluntad de
escribir una novela global sobre unos años convulsos en el País vasco".
“El
día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al
cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los
terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir
con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la
de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a
su marido, cuando volvía de su empresa de transportes?” (contratapa del libro)
La
trama se teje entre dos familias enfrentadas ideológicamente y por el crimen de
Txato. Por un lado, el terrorismo de ETA , el nacionalismo y el fanatismo de parte de la sociedad vasca;
por otro lado, el sufrimiento, el rechazo, la incomprensión de las víctimas de
ese terrorismo. Víctimas en ambas partes. El orden no es cronológico pero la
novela se lee se un tirón, favorecida por el lenguaje coloquial en las
intervenciones de sus personajes y el uso de términos en euskera, aclarados en
un glosario al final del libro.
Hay
dos situaciones en la historia que quizá develan la intencionalidad del libro y
está dicha por un personaje de Patria, alter ego del autor: “Escribí en contra
del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado
de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide
quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí
sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria”.
Y
la culpa, la rutina, el acostumbramiento,
la cobardía de muchos en palabras de Gorka: “Porque soy tan cobarde como
él y como tantos otros que a estas horas en mi pueblo, estarán diciendo bajito
para que no les oigan: esto es una salvajada, un derramamiento inútil de
sangre, así no se construye una patria. Pero nadie moverá un dedo. A estas
horas ya habrán limpiado la calle con una manguera para que no quede rastro del
crimen. Y mañana habrá murmullos en el aire, pero en el fondo todo seguirá
igual. La gente acudirá a la siguiente manifestación en favor de ETA, sabiendo
que conviene dejarse ver en la manada. Es el tributo que se paga para vivir con
tranquilidad en el país de los callados”.
La grieta que perdura en una
sociedad rota, fragmentada por la lucha armada de ETA; el fanatismo político
y el imposible olvido; la necesidad del perdón que nunca llega.
Recomiendo su lectura.